lunes, 25 de julio de 2011

El encuentro con una amiga

De nuevo en el parque,  coincidiendo con una amiga y sus tres peques, uno, en camino, su niña mayor en el hinchable y su peque de cuatro años,  jugando en el tobogán, sus bicis se encontraban aparcadas a un lado del banco donde nos sentamos a conversar sus padres y  yo, cuando mi niño decide subir a una de las bici a jugar, le dije que primero pregunte si pueden dejarle un ratito la bici  y mi amiga dijo que si, sin consultar con su peque menor (el dueño de la bici).  Cuando este pequeñín vio al mio subido en su bici, tratando de atinar a los pedales la vuelta entera, salió a su encuentro  y le dijo (la que se va a liar, susurre) "oye esa es mi bici, quieres que te diga como va" y se puso a dirigirlo y ayudarle, se quedó a su lado, luego aparcaron cerca de nosotros y su papá le dijo mas o menos ¡muy bien hijo, por ayudar a un amigo, eso es muy bueno!, el niño le regaló una sonrisa que nunca olvidaré, acompañado de una cómplice e inocente mirada de héroe.

Estoy segurísima de que esta forma de infundir aliento, le da vigor al niño, el  estímulo de su padre ante las acciones buenas, hacen reaccionar de manera muy positiva, pero, valoré mucho más, esa enseñanza y sobretodo, lo que le ha transmitido al niño de compartir para ayudar y no para que luego se lo dejen a el. Ese sembrar en el corazón del niño la satisfacción de una buena obra realiza.

Por mi parte, comenté, lo bueno que había sido y su mamá me dijo, tiene sus cosas de niños pero la verdad que si, muy poco se enfada y le gusta mucho ayudar a otros.

No obstante, en la vida de nosotros los adultos, y empiezo por mi, de alguna u otra forma, algunas acciones, las hacemos para quedar bien, o para que luego me devuelvan el favor cuando lo necesite, o simplemente no las hacemos y resulta que nos perdemos de la gran satisfacción personal que implica ayudar a otros desinteresadamente y mejor aún si lo hacemos por amor a Jesusito.

Cuanto cuesta (y me incluyo de primera), ceder  tiempo, esfuerzo, bienes materiales, intelectuales, espirituales, al servicio del prójimo, sobretodo, cuando ese prójimo no lleva nuestra sangre y además te exige o no te agradece, o no tiene, o no sabe como devolverte el favor, o sabes que te pagará de malas maneras.... en fin, ¡Señor que en mis acciones del día a día, me mueva tu amor.

No me mueve, mi Dios, para quererte 

el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.

No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
(Santa Teresa de Ávila)




Un abrazo,

1 comentario:

  1. Ni un vaso de agua dado a los míos, lo dejaré sin recompensa. Mc, 9, 41

    ¿Por qué no compartir? si tenemos al mejor pagador.

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