¡Buenos días guapa!

Caminando por la calle con mi niño, son muchos los momentos en que aún me cuestiono quién aprende de quién.

Esta mañana, al pasar por una casa donde estaba una señora regando el frente, (desconocida para los dos),  le dice el niño sonriendo: "¡Buenos días guapa!", y me sorprendió lo que le contestó la buena mujer, con una amplia sonrisa, le dijo "con tantos líos en la cabeza, y ya has venido a alegrarme un poco el día, hijo mío".

Hasta hoy, no me había percatado del gran efecto que puede hacer un simple saludo,  muchas veces, esta pequeña acción, pasa por una mera norma de educación,  porque no piensen que somos mal educados o  por mera costumbre, o compromiso social,  pero, en realidad, este acto, para muchos banal, es un pequeño servicio, que, si  se realiza con la mayor sinceridad posible, esmerándonos en mirar a los ojos a la persona que decimos "Hola" o "Buenos días", si le sonreímos, si ponemos nuestros oídos y nuestra cabeza atentos a la escucha, en resumen, si ponemos el corazón, estas pequeñas, pero nobles acciones, marcaran la diferencia de un buen hijo de Dios que pide un corazón grande para acoger a muchos.

Un simple saludo afectuoso, pero realizado con sinceridad, con verdadero interés, con rectitud de intención (no por quedar bien o para que un día me lo devuelva), pidiendo en el corazón el bien para esa persona, hace que la otra persona lo note y aún más, se sienta de una u otra forma acogida, y con ganas y entusiasmo por responder de la misma manera.  Hacer el esfuerzo por salir un poco de nosotros mismos y brindar un cordial y sincero saludo, es un buen motor, para remover esos corazones dormidos en ocasiones, por la tristeza, la soledad, el estrés, la contrariedad, el desconsuelo, etc., es desear la ayuda de Dios para andar y recorrer un nuevo día.

"...Oh Señor! haz que yo sepa convertir, cada momento y circunstancia de mi vida, en una ocasión de amarte y servir con alegría y sencillez..." San Josemaría.

 ¡Que tengas un buen día!

Un abrazo,