viernes, 18 de diciembre de 2015

La señora que devolvía las estrellas de mar

Bajo los zarpazos de una tormenta formidable el océano se agigantó y durante toda la noche estuvo estrellando su furia contra la playa. Olas de más de tres metros arrojaron sus entrañas de caracolas, peces, algas y mil otros elementos.
Cuando al amanecer se calmó la tormenta, la playa estaba totalmente cubierta de estrellas de mar, que palpitan levemente a la luz de la mañana. Una caminante madrugadora empezó a devolverlas al mar, en una misión que, ante mano, parecía condenada al fracaso dada la enorme cantidad de estrellas en la arena.
-Buenos días, señora -le dijo un turista que la miraba con asombro-, ¿Puede usted decirme qué es lo que está haciendo?  
-Devuelvo estas estrellas de mar al océano.  Si no las devuelvo pronto, morirán por la falta de oxígeno.
-¿Pero no le parece inútil y descabellado su esfuerzo? Es imposible arrojarlas todas al mar hay millones y además posiblemente ciento de playas cubiertas también de estrellas de mar que irremediablemente van a morir.  ¿De verdad que no se da cuenta que se consumirá en tiempo, esfuerzo y no cambiará nada?
La mujer sonrió dulcemente, se agachó, tomó otra estrella de mar y antes de arrojarla dijo: ¡Para esta si cambió algo!
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Es cierto que es muy poca nuestra ayuda en medio de este mundo tan necesitado, no va a resolver los problemas de millones de personas. A pesar de nuestro esfuerzo, millones de personas están condenados al fracaso a la enfermedad a la pobreza … Pero esto no puede ser una excusa para que no te entregues con entusiasmo para cumplir tu misión. No resolverás los problemas de todos pero sería imperdonable no ayudar a los que pudiste ayudar.  Vive de tal modo que la gente que te rodea experimenten una verdadera gracia el haberte tenido a su lado. Que cada uno de ellos sientan que, para ti, él si es alguien realmente importante. 

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