Bajo los
zarpazos de una tormenta formidable el océano se agigantó y durante toda la
noche estuvo estrellando su furia contra la playa. Olas de más de tres metros
arrojaron sus entrañas de caracolas, peces, algas y mil otros elementos.
Cuando al
amanecer se calmó la tormenta, la playa estaba totalmente cubierta de estrellas
de mar, que palpitan levemente a la luz de la mañana. Una caminante madrugadora
empezó a devolverlas al mar, en una misión que, ante mano, parecía condenada al
fracaso dada la enorme cantidad de estrellas en la arena.
-Buenos días,
señora -le dijo un turista que la miraba con asombro-, ¿Puede usted decirme qué
es lo que está haciendo?
-Devuelvo
estas estrellas de mar al océano. Si no
las devuelvo pronto, morirán por la falta de oxígeno.
-¿Pero no le
parece inútil y descabellado su esfuerzo? Es imposible arrojarlas todas al mar
hay millones y además posiblemente ciento de playas cubiertas también de
estrellas de mar que irremediablemente van a morir. ¿De verdad que no se da cuenta que se
consumirá en tiempo, esfuerzo y no cambiará nada?
La mujer
sonrió dulcemente, se agachó, tomó otra estrella de mar y antes de arrojarla
dijo: ¡Para esta si cambió algo!
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Es cierto
que es muy poca nuestra ayuda en medio de este mundo tan necesitado, no va a
resolver los problemas de millones de personas. A pesar de nuestro esfuerzo,
millones de personas están condenados al fracaso a la enfermedad a la pobreza …
Pero esto no puede ser una excusa para que no te entregues con entusiasmo para
cumplir tu misión. No resolverás los problemas de todos pero sería imperdonable
no ayudar a los que pudiste ayudar. Vive
de tal modo que la gente que te rodea experimenten una verdadera gracia el
haberte tenido a su lado. Que cada uno de ellos sientan que, para ti, él si es
alguien realmente importante.
Gran historia, para grandes novelas vale estos cuentos. felicitaciones enormes.
ResponderEliminarMariale me a gustado mucho.
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