sábado, 8 de diciembre de 2012

Soy un(a) maestro(a)


Nací en el mismo momento en que una pregunta brotó de los labios de un alumno  por primera vez.
He sido muchos hombres y mujeres en muchos lugares.
Soy Sócrates cuando estimulaba a los jóvenes atenienses a hacer preguntas para descubrir ideas nuevas.
Soy Anne Sullivan, la institutriz que con sus dedos tecleó los secretos del universo en la palma abierta de Hellen Keller, sorda, ciega y muda.
Soy Esopo y Hans Christian Andersen, y otros que revelaron la verdad al mundo en sus innumerables cuentos y relatos.
Soy Marva Collis cuando luchaba por el derecho de todos los niños a recibir educación.
Soy Mary McCloud Bethune, la que construyó una gran escuela superior para mi pueblo, usando como pupitres cajones de naranjas vacíos.
Soy también Bel Kaufman, empeñado en Subir por la escalera que baja.

Los nombres de quienes han practicado mi profesión resuenan como personajes inolvidables para la humanidad: Booker T. Washington, pedagogo y reformista negro estadounidense, Buda, Confucio, Ralph Waldo Emerson, Leo Buscaglia, Moisés y Jesús.
También soy uno de aquellos cuyos nombres y rostros han sido olvidados hace ya mucho tiempo, pero cuyo carácter y cuyas lecciones serán siempre recordados en los logros de sus discípulos.

He llorado de alegría en las bodas de mis antiguos alumnos, me he regocijado ante el nacimiento de sus hijos y, con la cabeza baja, he guardado el silencio del dolor y de la confusión ante tumbas prematuramente abiertas para cuerpos demasiado jóvenes.
En el transcurso de un día me han llamado para que fuera actor, amigo, enfermero y médico, entrenador, buscador de objetos perdidos, prestamista de dinero, taxista, psicólogo, sustituto de padres o madres, vendedor, político y portador de la fe.
A despecho de mapas, cartas, fórmulas, verbos, relatos y libros, en realidad no he tenido nada que enseñar, porque en realidad mis alumnos sólo se han tenido a sí mismos como tema de estudio, y sé que para decirte quién eres necesitas nada menos que el mundo entero.

Soy una paradoja. Hablo en voz más alta cuanto más escucho. Mis dones más importantes se encuentran en lo que estoy dispuesto a recibir, con agradecimiento, de mis discípulos.
La riqueza material no es uno de mis objetivos, pero soy un investigador a tiempo completo en mi búsqueda de nuevas oportunidades para que mis alumnos usen sus talentos, y en mi constante ir en pos de aquellos talentos que en ocasiones permanecen sepultados bajo la autodestrucción.

Soy el más afortunado de todos los trabajadores. En un momento mágico, a un médico le es concedido abrir a un nuevo ser las puertas de la vida. A mí me ha sido dado vigilar que la vida renazca día tras día con preguntas, ideas y nuevas amistades.
Un arquitecto sabe que si edifica con cuidado, las estructuras que erige pueden durar siglos. Un maestro sabe que si construye con amor y honestidad,lo que construye durará eternamente.

Soy un guerrero que día tras día libra una batalla contra la presión, la negación, el miedo, el conformismo, los prejuicios, la ignorancia y la apatía de los padres. Pero cuento con grandes aliados: la inteligencia, la curiosidad, el apoyo de los padres, la individualidad, la creatividad, la fe, el amor y la risa, dispuestos todos a defender mi estandarte con apoyo indomable.
A quién si no a vosotros, la gente, los padres, tengo que agradecer esta vida maravillosa que tengo la fortuna de vivir. Porque vosotros me habéis hecho el gran honor de confiarme la mayor contribución que habéis hecho a la eternidad:vuestros hijos.

Por eso tengo un pasado rico en recuerdos y un presente que es un venturoso y agradable desafío: porque me ha sido dado pasar mis días con el futuro.

Soy maestro... y se lo agradezco a Dios cada día.
John W. Schlatter

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