miércoles, 7 de noviembre de 2012

Empleados de Apple y Google… educan a sus hijos en colegios que no utilizan ordenadores






La Escuela Waldorf de Península, en California, es una de las instituciones privadas que eligen los hiperconectados empleados de Google, Apple y otras empresas de punta de la computación para que sus hijos se eduquen alejados de todo tipo de pantalla, según un informe del diario Le Monde sobre una nueva tendencia: la desconexión.

Tres cuartas partes de los alumnos inscritos en la Waldorf, según dice la nota del sitio america.infobae.com son vástagos de personas que trabajan en el área de las nuevas tecnologías. “La gente se pregunta por qué profesionales de la Silicon Valley, entre ellos algunos de Google, que parecen deberle mucho a la industria informática, envían a sus hijos a una escuela que no usa computadoras”, comentó Lisa Babinet, profesora de matemáticas y cofundadora de la escuela primaria, en la conferencia anual Google Big Tent.

El periódico francés recoge el testimonio de uno de estos padres: Pierre Laurent, quien escogió esta escuela porque cuestiona la tendencia actual a equipar en informática a las clases desde una edad cada vez más temprana. “La computadora no es más que una herramienta. El que sólo tiene un martillo piensa que todos los problemas son clavos”, dice. “Para aprender a escribir, es importante poder efectuar grandes gestos. Las matemáticas pasan por la visualización del espacio. La pantalla perturba el aprendizaje. Disminuye las experiencias físicas y emocionales”.

En la Waldorf esa limitación no existe: se aprende a sumar y a restar dibujando o saltando a la cuerda. Consultado acerca de si no le preocupa que sus hijos estén en desventaja por este retraso en el uso de la PC, Laurent responde: “No sabemos cómo será el mundo dentro de 15 años, las herramientas habrán tenido tiempo de cambiar muchas veces. Por haber trabajado 12 años en Microsoft, sé hasta qué punto los software son preparados para ser del más fácil acceso posible”. También recuerda que todos los alumnos de la Waldorf tienen computadora en sus casas. La cuestión se reduce entonces a decidir cuándo levantar las limitaciones a su uso.

Richard Stallman, el gurú del software libre, trabaja desconectado: “La mayor parte del tiempo no tengo Internet. Una o dos veces por día, a veces tres, me conecto para enviar y recibir mis correos. Releo todo antes de enviar”.

Así como muchas personas sufren de nomofobia, es decir, el miedo a no estar conectado (teléfono, Internet, etcétera), otros ya empiezan a dar la vuelta y a recuperar el placer de la desconexión.

Fred Stutzman, investigador de la Carnegie Mellon University, desarrolló incluso un programa llamado Freedom, que bloquea el acceso a Internet durante ocho horas seguidas, obligando a reiniciar la computadora para reactivar el servicio. Deseoso de poder escribir sin distracciones, también diseñó Anti-social, software que permite el acceso a Internet, pero sin diversiones como Facebook y Twitter. “Las computadoras se han convertido en máquinas de distracción. Hay que equiparse hoy de funcionalidades que las devuelvan a su papel de máquina de escribir. Es una forma de comprar tiempo”, señala.

Sherry Turkle, del Instituto de Tecnología de Massachussets, autora del libro Solos juntos (Alone Together), afirma que mirar sus correos electrónicos o SMS frente a otros puede ser tan contagioso como un bostezo: “La gente pasa 90 por ciento de su tiempo de trabajo con los correos electrónicos, y en su casa envían SMS estando a la mesa”.

El informe de Le Monde pronostica que cada vez habrá más gente pidiendo asistencia para desconectarse. No es un fenómeno de masas, sino más bien una tendencia minoritaria que involucra más bien a los sectores más acomodados. “Algunos tienen el poder para desconectarse y otros, el deber de permanecer conectados”, dice el sociólogo Francis Jauréguiberry, quien investiga el tema. Los “pobres” de la tecnología son los que no pueden eludir la responsabilidad de responder de inmediato un correo electrónico o un mensaje de texto. Los nuevos ricos, por el contrario, son aquellos que tienen la posibilidad de filtrar e instaurar distancia respecto de esta interpelación. Lo mismo, dice Jauréguiberry, pasó con la televisión: el sobreconsumo es cosa de las clases populares.

Fuente: La Jornada

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