martes, 1 de mayo de 2012

La sabiduría a la que aspiro....


La sabiduría que yo quiero y a la que aspiro…
A esa que,  no se engríe ante un halago.
A esa que,  tiene claro que todo lo que tiene es prestado.
A esa que,  ve en los problemas y en las críticas, grandes oportunidades para crecer.
A esa que, no se esconde de sus  creencias y convicciones.
A esa que,  no se complace en el agradecimiento.
A esa que,   sin temor,  baja su nivel a la altura de un niño para compartir sus juegos e historias infantiles.
A esa que, a pesar de los años no se cansa de  admirar  las obras pequeñas de la creación.
A esa que,  da esa  paz inquebrantable, que  el mundo no puede dar.
A esa que,  no olvida de donde viene y a donde va.
A esa que,  se rinde ante la sonrisa de un “niño especial” . - mejor que decir, discapacitado-.
A esa que, se deja vencer ante la mirada de un recién nacido.
A esa que, se hace contemplativa ante la grandeza de la vida ordinaria.
A esa que,  no cierra los ojos ante el dolor ajeno.
A esa que,  te inspira en cada despertar a ofrecer de rodillas el día al dueño de la creación.
A esa que,  te hace pequeño ante el beso de la persona amada.
A esa que,  te hace grande para cuidar día a día, lo pequeño de la vida corriente.
A esa que, no te evita los problemas sino que te anima a llevarlos con fortaleza, y hasta con entusiasmo e ilusión.
A esa que, se anula ante el gran misterio de la Eucaristía.
A esa que,  descansa en un constante dialogo con el autor de la vida.
A esa que,  enmudece ante el consejo de un padre.
A esa que,  lucha día a día por hacerse alfombra para que los demás pisen blando.
A esa que,  se esconde dentro   y no fuera.
A esa que,  crece día a día en la misma proporción en que  crece tu oración.
A esa que,  se hace esencial  en los detalles que no se ven a simple vista.
A esa que,  en medio del dolor y las dificultades te hace decir y hasta cantar  “Vale la pena vivir”.
Mariale.

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